O D I N E A

lunes, 7 de enero de 2008

A Roberta

A Roberta, de vez en cuando, le suceden cosas extrañas. El otro día se le alargó el cuello. Quedó tan frágil, que la cabeza se le movía en todas direcciones. A la mañana siguiente, su dedo pulgar de la mano derecha desapareció, así como si nada. Pareciera ser que los dioses -a mí me tinca que Zeus- han decidido jugar con ella un rato, tal cual como las niñitas con sus muñecas. Y lo más raro de todo, es que Roberta no dice ni pío. No le importa. Anda siempre por la vida cantando, emocionando y saltando. A veces creo que de tanta felicidad que irradia, lo que le sucede se le torna grato. Y ríe. Un día llegó con una panza enorme, y me dijo que era una burbuja inmensa que se la pegaron con cola fría en su guatita. No sabía quien, porque fue mientras dormía. Y así como le suceden esas cosas extrañas, así mismo desaparecen al otro día. En esos días en que no tiene nada exótico, se pone triste. Pero nunca ha despojado lágrima. Me dice que no sabe como se llora, por eso no lo hace. Y se ríe. Hoy me caí andando en bicicleta, y me lastimé la rodilla. Me dolió muchísimo, me puse a llorar. Roberta me miró, y me dio su mano para pararme. Luego, sacó de su bolso una nueva piel para mi rodilla. La dibujó y la adhirió. Como se acercó tanto a mí, descubrí que una mariposa le sonreía en el oído. la atrapé con mis manos, se la enseñe, y la mariposa murió. Y una lágrima rodó por su mejilla.