El Max adelantó un camión a 140 kilómetros por hora. Llevábamos las ventanas abiertas. Julia se peinaba mientras estiraba sus piernas en el asiento trasero de la furgoneta. Se recostaba, apoyando su cabeza en las piernas de Raúl. Despedía su perfume, a cada roce en que acariciaba su cabello. Yo pensaba en el imbécil de Raúl. No creía en la cuea que tuvo para enamorarla. Es un imbécil. Un imbécil-rico-hippie. Y lo peor de todo, es que Julia lo sabía. Lo supo desde el mismo momento en que lo conoció, y por eso le encantó. Dice que lo ama. Y me acordé del pito que traía en mi bolsillo. Y me apresuré en encenderlo. El olor a hierba siempre me antojaba mear. Y Julia decía puras huevadas. A veces trato de ignorarla, pero no, cada vez descubro que se parece más a Raúl. Son la pareja perfecta: cachan hasta reventarse los pulmones, y pelean hasta besarse con locura. Me pregunto cómo yo le gusté y cómo dejó que no le siguiera gustando. Las minas son todas unas perras. Incluso Julia, que hasta el día de hoy me agradece haberme conocido porque conmigo encontró a Raúl. Y cuando me dice esas cosas, yo atino a abrazarla y decirle que es la mina más bakán del mundo, que la quiero más que la cresta. La carretera se parecía a la del correcaminos "mic mic", tan saco de hueas que es el coyote. Me encantaría que porfín atrapara a ese pájaro y lo matara. El sol nos inundaba en el rancio olor a sudor del Max. Paramos un poco, y yo aproveché de mear. Me paré en medio de la carretera y fluí junto con mi propio pichi. Me reí de mi mismo y se me cayeron las lágrimas. Sé que por eso la Julia me quiere harto, porque soy igual de sensible que ella. Me emociona cualquier estupidez que me haga sentir vivo. Julia cantaba y bailaba, y yo seguía meando. Cuando terminé, me abrí de brazos, corrí al lado de Julia, y le saqué el pito de su boca. Me acarició la mejilla. Nos subimos a la furgoneta. Partimos de nuevo a 140 kilómetros por hora, con las ventanas abiertas. Atrás, la pareja perfecta comenzaba a agarrase el culo, para luego besarse desenfrenadamente. A mí se me caían los párpados, mientras me sonreía. Trataba de concentrarme en lo que me decía Max. Max también anduvo detrás de la Julia, pero no se enamoró. Siempre dijo que se la tiró por rica. Yo le creo, nosé porqué, pero le creo.
lunes, 15 de octubre de 2007
Cambio Fuera
Todo comienza y todo termina con una decisión ¿Cuántas veces hemos dicho un fin eterno imperecedero y madurable?
La vida nos parece una bolsa de M&M, en donde nadie quiere comerse los rojos (o los verdes), como si fuera elección nuestra el que no aparezcan en el envase.
Nuestras arrugas cada vez se tornan más fugaces y delimitadas. Hay que aprender a tocarlas. Hay que aprender a besarlas.
Hemos de tenernos como piedras pulidas por la erosión. Y sin embargo, alguien aún llama por radio y dice fuerte y claro
Cambio Fuera
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