O D I N E A

domingo, 20 de agosto de 2006

En una de tus alturas

Cuando el único niño que miró en el cielo una nube sonriente y se preparaba para empezar a contar los besos enamorados que veía en sus sueños, cuando el ángel recordó que debía ir a buscar las sensualidades olvidadas en los cajones de sus amados, cuando la joven muchacha sintió el placer de morder el dedo izquierdo de él, mientras tocaban sus senos atormentados y una pequeña célula se dividía en el frote de sus cuerpos; cuando yo sentí la palidez de mis ojos nublados al roce de tus labios, en el compás de los besos tibios en mi cuerpo helado, desvistiendo mis pieles con tu fragancia de impaciente, abandonando tu sudor en el instante en que mis pies alcanzaron los tuyos; cuando entendi el minuto en que los dedos se juntan mas allá de lo que pueden; fue ahí, preciso y perfecto el momento en que Dios mojó sus mejillas con cuatro lágrimas, esperando confiar en que aparecerá una nueva nube sonriente...